viernes, 30 de noviembre de 2012

Diario de un educador (1)

Pensamos que la educación evoca suspiros con el simple hecho de nombrarla, creemos que la noble tarea del educador cae o recae en una serie de sucesos llevados a lo largo de la vida...desde acomodar peluches a los 6 años hasta presentar en la 'normal'. 

Es preciso comprender el proceso que nos lleva a la elección (en este caso docente) de una profesión, no, no nacemos pedagogos nos forjamos dentro del mismo sistema a decir que la educación debe ser sistematizada dentro del aula, entre cuatro paredes, en un momento, en un instante, bajo una planeación; planeación que invoca los fantasmas del sujeto que la programa para regularizar los conocimientos de alguien y no decirle que puede formar su propia planeación para encontrar un sentido a su saber. 

Entran al aula soldados, hechos bajo el mismo molde, al punto de que se desbordan y quedan cosas amorfas y complejas bajo las que nos corresponde lidiar... lidiar, lidiar como toreros en plaza con las banderas en alto listos para cortar oreja...o creatividad, o independencia, o lo primero que se nos atraviese. 

Entonces parece importante la labor docente...la labor docente y su necesidad castrante en una sociedad impositiva y loca, que corre, que arranca, que pisotea, que exige personas 'decentes' las cuales se forjaran como hierro a la figura que se nos indique. 

No corras, no hables, no preguntes, no critiques, no sueñes, no cuestiones.